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El pasado jueves 19 de diciembre, Richard Thaler, Premio Nobel de economía del año 2017, estuvo en Chile gracias a una invitación del Ministerio de Hacienda. Ese mismo día ofreció dos charlas, la primera en la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile y la segunda en la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas en la Universidad Católica.
Richard Thaler es un destacado economista estadounidense, reconocido por sus aportes en economía del comportamiento (en inglés, “behavioral economics”). El año 2017 recibió el Premio Nobel en ciencias económicas por sus contribuciones en esta área. Para Thaler, dos términos describen este nuevo campo de la economía: racionalidad limitada y aquello que se denomina “satisficing”. Estos aspectos serían la principal diferencia respecto a la economía neoclásica, que asume individuos completamente racionales y optimizadores (maximizadores de utilidad). Por el contrario, la economía del comportamiento asume individuos con racionalidad limitada y que, al momento de tomar una decisión, eligen la primera opción razonable, que sea satisfactoria y suficiente (de ahí proviene el término “satisficing”).
“When economists need to stop and think twice” fue el tema al que se refirió en ambas ocasiones. Para comenzar, introdujo los dos modos de pensar de los que habla Daniel Kahneman en su libro “Thinking, Fast and Slow”: el “Sistema 1”, que implica un pensamiento rápido e instintivo, y el “Sistema 2”, más lento y reflexivo. Precisamente es este último al que los economistas debieran recurrir en sus análisis, según Thaler.
A lo largo de su exposición, Thaler desarrolló 8 aspectos en los cuales los economistas deben replantearse lo que han estado haciendo por años y reflexionar acerca de sus implicancias.
Primero, mencionó que el principal problema de la forma en la que los economistas han hecho economía radica en que usan un único modelo para dos tareas diferentes: encontrar la solución óptima (modelo normativo) y describir lo que efectivamente hacen las personas (modelo descriptivo).
El segundo aspecto que mencionó fue la maximización. Los economistas asumen que los individuos maximizan la utilidad, aun cuando es extremadamente difícil de hacer (y que probablemente ni los economistas lo hacen). Por lo tanto, éstos deberían comenzar haciéndose preguntas antes de empezar a modelar comportamientos, tales como: “¿A quiénes estamos estudiando?” “¿Son estos individuos capaces de resolver nuestro problema de investigación?” “¿Con qué frecuencia realizan la tarea a optimizar?” “¿Cómo sería un modelo de satisfacción en vez de uno de maximización?”.
En tercer lugar, se refirió a las expectativas. Los economistas neoclásicos asumen que las expectativas son racionales e imparciales, a pesar de que está empíricamente demostrado que no necesariamente es así, para todos los casos. Thaler ejemplifica la situación con un taxista y un comerciante de bonos. Mientras el taxista tendrá buenas expectativas del tráfico, el comerciante de bonos las tendrá respecto de la inflación y tasa de interés, pero esta situación no se presentará viceversa, es decir, no todos los individuos tienen expectativas racionales acerca de todos los temas en cuestión.
Luego, el Premio Nobel se refirió a la función de utilidad, la cual se basa en el supuesto de que las elecciones revelan preferencias. En lugar de asumir sin más este supuesto, los economistas debieran preguntarse si efectivamente las elecciones siempre representan preferencias. Thaler utiliza una situación real para ejemplificar que no siempre es así. Cuando los médicos prescriben un plan de 3 medicamentos a pacientes que sufrieron un ataque cardiaco, (reduciendo la probabilidad de otro ataque en 1/3, con pequeños efectos secundarios), solo un 35% – 49% lo toma: ¿significa esto que los pacientes prefieren morir? ¿están maximizando su “utilidad” con esta elección?
El quinto supuesto que los economistas se deben cuestionar es si el precio es siempre igual al valor, ya que el precio según la teoría debería indicar el valor exacto de algo, pero la evidencia empírica no lo respalda. Para ejemplificar esta situación, Thaler mencionó que cuando Barack Obama anunció su intención de relajar tensiones con Cuba, el precio de las acciones de CUBA Funds sobrepasó en un 70% el valor de los activos, siendo que no existía ninguna relación entre ellos.
“Is easier to make money exploiting people biases than it is correcting them”
Los economistas también asumen que más competencia aumenta el bienestar del consumidor, ya que este tipo de interacción debería reducir los precios o mejorar la calidad. De acuerdo a Thaler, este tampoco debiera tomarse como un supuesto que siempre se cumple. Por ejemplo, el mercado de los corredores hipotecarios era altamente competitivo y, sin embargo, contribuyeron en una parte importante al desencadenamiento de la crisis financiera de 2008. En esta sección de su ponencia hizo especial énfasis en que es “easier to make money exploiting people biases than it is correcting them” y que, si aumentamos la competencia y el número de opciones disponibles, la medida en que esto mejora el bienestar del consumidor dependerá estrictamente de cuán inteligente sea el consumidor o cuán informado esté sobre lo que están vendiendo, ya que cuando hay muchas opciones disponibles, la gente solo se ve favorecida cuando sabe cuál es la mejor de ellas. Así, Thaler concluye que “the extent which competition increases welfare is dependent of the sophistication of the consumers”.
El séptimo factor que mencionó el economista se relaciona con la riqueza y contabilidad mental. Al respecto, los economistas asumen que el dinero se comporta como un bien fungible, aun cuando existe evidencia empírica de que no es tratado así por los consumidores. El dinero con más probabilidad de ser gastado es el dinero en efectivo, seguido por el dinero en tarjetas de crédito o débito y luego el dinero que fue etiquetado como ahorro. La gente trata cada uno de estos formatos de manera distinta, cuando según la teoría debiesen ser tenidos por equivalentes.
El último aspecto que desarrolló Thaler tiene que ver con las empresas y porqué éstas tampoco se comportarían de una manera completamente racional. Según el economista, dos hechos ejemplificarían este punto. Uno es la existencia de firmas que a pesar de estar mal administradas, permanecen en el mercado por décadas. Otro -respaldado también a través de evidencia empírica- es el hecho de que muchas fusiones lideradas por CEOs con exceso de confianza en sí mismos llevaría generalmente a pagar más por una adquisición. Por ejemplo, cada artículo positivo sobre el CEO en The Wall Street Journal, aumentaría un 4,8% el precio de la adquisición.
Richard Thaler finalizó su conferencia haciendo referencia a las implicancias políticas de que no se cumplan las premisas tradicionales de los economistas. Dado que es empíricamente incorrecto el supuesto de que los individuos son agentes maximizadores de utilidad y que cometemos errores predecibles, Thaler propone que es posible mejorar los resultados sin eliminar opciones a través de “nudges”, es decir, con “pistas” o “empujones” que pueden influir en la decisión, pero que también pueden ser ignoradas o rechazadas. Con esto, llamó a las autoridades a “diseñar políticas que ayuden a que tomar buenas decisiones sea lo más fácil posible”.
El Ministro de Hacienda, Ignacio Briones, también estuvo presente en el seminario dictado por el economista en la Universidad de Chile. Briones señaló que la economía del comportamiento “tiene implicancias de política pública potentes, que creo que son valiosas en este momento, en términos de los planes de ahorro, de las pensiones, el involucramiento de los padres en la educación, los sistemas de devolución de impuestos, entre muchos otros”.
Exposición Richard Thaler. Ver aquí
Nudge (Richard Thaler, Cass Sunstein). Ver aquí
Misbehaving (Richard Thaler). Ver aquí
Revisa también la columna de Felipe Irarrázabal en relación al libro de Thaler aquí