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Sobreoferta estratégica en el music streaming: ¿un desafío antimonopolio oculto?

5.11.2025
Annika Stöhr (ES) Annika Stöhr es investigadora postdoctoral en el Departamento de Teoría Económica de la Universidad Tecnológica de Ilmenau, Alemania. Publica sobre una amplia gama de temas en la intersección entre economía de la competencia, derecho y políticas públicas. Actualmente investiga la regulación de las grandes plataformas digitales y los ecosistemas digitales.
Oliver Budzinski (ES) Oliver Budzinski es Profesor de Teoría Económica y Director del Instituto de Economía de la Universidad Tecnológica de Ilmenau, Alemania. Su investigación se especializa en economía de la competencia, medios digitales y economía del deporte, áreas en las que ha publicado más de 70 artículos en revistas académicas revisadas por pares.
Josefine Dölker (ES) Josefine Dölker es candidata a doctorado en el Departamento de Política Económica de la Universidad Tecnológica de Ilmenau, Alemania. Posee un máster en Economía Internacional de los Negocios y sus intereses de investigación incluyen economía laboral, de la innovación y del comercio internacional.

Esta nota es publicada en el marco de un convenio entre CeCo y ASCOLA Latam. Ambas organizaciones acordaron cubrir parte de los artículos discutidos en la conferencia anual de 2025 de ASCOLA, celebrada en Chicago. Esta nota en particular corresponde a una traducción al español de un resumen elaborado por Annika Stöhr, Oliver Budzinski y Josefine Dölker sobre su presentación en la ya mencionada conferencia. Para ver la versión original en inglés, haz click aquí.

 

Annika Stöhr, Oliver Budzinski y Josefine Dölker analizan cómo la sobreoferta estratégica en el streaming musical puede constituir una práctica anticompetitiva utilizada por sellos y plataformas dominantes para reforzar su poder de mercado.

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La transformación digital de los mercados de medios ha redefinido la forma en que los bienes culturales se producen, distribuyen y consumen. Pocos sectores ilustran esto de manera más clara que la industria musical. Durante la última década, las plataformas de streaming como Spotify, Apple Music y Amazon Music han reemplazado las ventas físicas y las descargas como el canal de distribución más dominante. Hoy, el streaming representa más de dos tercios de los ingresos globales de la música grabada, y las listas de reproducción, más que las estaciones de radio o la televisión musical, funcionan como la principal puerta de entrada al descubrimiento musical.

Esta nueva estructura ofrece a los consumidores un acceso sin precedentes a la música. Sin embargo, bajo esta ventaja se oculta una dinámica preocupante. Los mercados de streaming están altamente concentrados, tanto en el nivel aguas arriba —donde un pequeño grupo de grandes discográficas (“Majors”) domina la oferta de música— como en el nivel aguas abajo, donde unas pocas plataformas globales controlan la distribución. Tal concentración suscita inquietudes respecto de cómo se ejerce el poder de mercado y si están surgiendo nuevas formas de conducta anticompetitiva.

Un fenómeno particularmente preocupante es el de la sobreoferta estratégica (strategic oversupply): la práctica deliberada de inundar el mercado con cantidades excesivas de contenido por parte de los actores dominantes. En los servicios de music streaming, las grandes discográficas —y los artistas— pueden publicar regrabaciones, álbumes de lujo o sencillos frecuentes, no principalmente para satisfacer la demanda del consumidor o por ser particularmente innovadores, sino para saturar los algoritmos y las listas de reproducción. Esta estrategia puede desplazar a artistas y sellos independientes, reforzar la dominancia de los incumbentes en detrimento de los nuevos entrantes y manipular la forma en que los consumidores experimentan la elección y el consumo de bienes culturales.

Cadena de suministro y distribución en la industria musical y del streaming

Para comprender por qué la sobreoferta estratégica es relevante y cómo y dónde puede producirse, es esencial examinar la estructura de la cadena de suministro y distribución de la industria musical. Cada etapa de la cadena representa tanto una función específica como una posible fuente de poder de mercado.

  • Creadores (compositores y autores): El origen del contenido musical reside en los creadores. Ellos producen composiciones que pueden ser interpretadas, grabadas y comercializadas. Este mercado presenta fuertes características de superstar market, es decir, unos pocos actores generan una proporción desmesurada de los ingresos totales.
  • Editoriales musicales (Music Publishers): Las editoriales gestionan el aspecto comercial de las composiciones. Registran los derechos de autor, promueven canciones, obtienen licencias para cine, televisión y publicidad (synchronization deals), y recaudan y distribuyen regalías. Son intermediarios fundamentales que aseguran la compensación de los compositores y maximizan la explotación comercial de sus obras.
  • Sellos discográficos (Record Labels): Los sellos transforman las composiciones en grabaciones, promocionan artistas y administran catálogos. Las grandes discográficas —Universal, Sony y Warner— dominan este segmento, controlando la mayoría de los lanzamientos más relevantes.
  • Plataformas de streaming: Actúan como distribuidores digitales y guardianes de acceso (gatekeepers). Determinan la visibilidad a través de listas y algoritmos, y controlan la distribución de regalías. Su papel en la curaduría del acceso las convierte en actores centrales tanto para el descubrimiento musical de los consumidores como para la dinámica competitiva de los mercados de streaming.

Esta cadena es verticalmente interdependiente, y la concentración en cada nivel puede generar efectos en cascada. Las Majors no solo dominan las grabaciones, sino que también poseen importantes divisiones editoriales, otorgándoles un doble control sobre las composiciones y las grabaciones. Combinado con el poder de las plataformas, este grado de integración amplifica el potencial de abuso. Esto resulta especialmente relevante porque el nivel de los creadores está caracterizado por fuertes efectos superstar, que concentran el poder de generación de ingresos en pocas manos (Rosen 1981) y otorgan ventajas competitivas significativas a los incumbentes. Ello genera barreras de entrada para nuevos artistas y creadores innovadores desconocidos, debido a asimetrías de información (MacDonald 1988), efectos de red (Adler 1985) y la escasez de atención (Budzinski & Gaenssle 2018). Si las estrellas se distribuyen de manera asimétrica entre los distintos actores del mercado aguas abajo, estas ventajas inherentes para los incumbentes y grandes jugadores agravan el potencial de utilizar —o abusar— del poder de mercado existente.

En el nivel aguas arriba, tres grandes sellos discográficos (“los Big Three”) —Universal Music Group, Sony Music Entertainment y Warner Music Group— controlan la mayoría de los derechos de música grabada. Estas empresas operan amplios portafolios de sellos y artistas, lo que les otorga un poder de negociación significativo frente a los servicios de streaming. Las grandes discográficas funcionan como corporaciones integradas que poseen y administran numerosos sellos subsidiarios, cada uno enfocado en distintos géneros o tipos de artistas. Ejercen un poder de mercado sustancial, controlando una gran proporción del mercado musical y disponiendo de los recursos (por ejemplo, capital, datos y derechos, además del acceso a artistas) necesarios para financiar y distribuir música a escala global. Estos sellos están verticalmente integrados y a menudo gestionan todas las etapas del proceso de producción musical, incluyendo la grabación, manufactura, distribución y edición. La dominancia de las grandes discográficas, incluyendo posibles arreglos anticompetitivos entre ellas (Srivastava 2006), ha sido una tendencia de larga data, que ha llevado a una amplia variedad de prácticas abusivas (por ejemplo, la denominada payola en la era de la radio). Esta concentración se ha visto reforzada por la reducción progresiva del número de grandes sellos, que pasaron de un grupo más amplio (“Big Five” o “Big Six”) a los tres actuales. Los sellos independientes existen, pero su cuota de mercado sigue siendo pequeña, y a menudo dependen de acuerdos de distribución con las grandes discográficas.

En el nivel de distribución, las plataformas de streaming actúan como intermediarios poderosos. No se limitan a ofrecer un mercado neutral para la música; por el contrario, curan la experiencia del consumidor mediante listas de reproducción, recomendaciones personalizadas y funciones de búsqueda. Estas plataformas también controlan las estructuras de remuneración, distribuyendo regalías según el número de reproducciones en relación con el total de escuchas. Por ejemplo, Spotify no paga a los artistas un monto fijo por reproducción, sino que utiliza un modelo prorrateado, en el que una parte de los ingresos totales se asigna según la proporción de reproducciones (streamshare) de cada artista en el mercado general. Este modelo favorece inherentemente al contenido que genera grandes volúmenes de reproducciones, incentivando así estrategias de sobresaturación.

En el nivel orientado al consumidor, una proporción significativa de los usuarios experimenta la música principalmente a través de listas de reproducción y feeds algorítmicos, mientras que las redes sociales desempeñan un papel cada vez más relevante en el descubrimiento musical. A diferencia de los mercados físicos, donde el espacio en estanterías era limitado, el entorno digital permite una cantidad virtualmente ilimitada de contenido. Sin embargo, la atención del consumidor sigue siendo escasa. En consecuencia, la visibilidad se ha convertido en el recurso competitivo crucial: los actores que logran posicionar mejor su contenido en listas y sistemas de recomendación capturan una proporción desmedida de la atención y de los ingresos, reforzando los efectos superstar ya existentes.

Dentro de este panorama, los distintos grupos de usuarios interactúan con la música de maneras diversas, lo que determina cómo operan las estrategias de sobreoferta. Los oyentes casuales suelen consumir música de fondo y dependen en gran medida de las listas curadas y los feeds algorítmicos (Aguiar & Waldfogel 2021). Para ellos, la sobreoferta aumenta la probabilidad de que las canciones de las discográficas dominantes se sugieran repetidamente en distintas listas y contextos. Al saturar los mecanismos de descubrimiento, la sobreoferta garantiza que los oyentes casuales se encuentren una y otra vez con el mismo contenido de un mismo sello o artista, reforzando la posición de los incumbentes.

En contraste, los fanáticos se relacionan de manera más activa con la música. Siguen a artistas o géneros específicos y dependen menos de las listas para descubrir contenido. Para ellos, la sobreoferta cumple otra función: mantener una visibilidad continua de sus artistas preferidos, asegurando que nuevos sencillos, regrabaciones o versiones alternativas mantengan a la base de fans comprometida. En este grupo, la sobreoferta explota la lealtad y el atractivo reputacional de los artistas superstar, anclando la atención en los catálogos de las discográficas dominantes a lo largo del tiempo.

Teoría económica de la sobreoferta estratégica

El concepto de sobreoferta estratégica (strategic oversupply) no es nuevo en economía. Está estrechamente relacionado con las teorías de sobreinversión estratégica (strategic overinvestment) y de exclusión del mercado (market foreclosure). Las empresas pueden deliberadamente producir más de lo necesario, no porque esa producción adicional sea rentable en sí misma, sino porque modifica las condiciones del mercado a su favor.Ejemplos clásicos incluyen construir capacidad excedente para disuadir la entrada o practicar precios predatorios para eliminar competidores.

En los mercados digitales de bienes culturales, el recurso escaso no es la capacidad física, sino la atención del consumidor (Loewenstein & Wojtowicz 2025). Cuando los sellos dominantes lanzan un volumen excesivo de contenido, crean una escasez artificial de atención. Las listas y los algoritmos tienen espacios limitados; el tiempo de escucha de los consumidores es finito. Al llenar esos espacios con su propio contenido, las grandes discográficas pueden reducir la visibilidad de los artistas competidores.

Esta estrategia puede ser especialmente poderosa en el entorno del streaming, porque los algoritmos premian la frecuencia y la popularidad. Las canciones que se reproducen con mayor frecuencia tienen más probabilidades de ser recomendadas nuevamente, creando un bucle de retroalimentación positiva. La sobreoferta alimenta este bucle al incrementar la probabilidad de que algunas canciones de un sello o artista importante capten la atención algorítmica, aumentando así su visibilidad general.

¿Abuso mediante sobreoferta estratégica en los mercados musicales?

En el ámbito del music streaming, la dominancia y la concentración de mercado pueden manifestarse en diversos puntos de la cadena de suministro —sellos discográficos, editoriales y plataformas—, cada uno de los cuales podría utilizar la sobresaturación de manera estratégica para consolidar su posición. La sobresaturación puede presentarse de distintas formas en las diferentes etapas de la cadena y, al combinarse, estas prácticas pueden reforzar la concentración y la exclusión. Además, la economía de la reputación y los fenómenos superstar amplifican estas dinámicas, haciendo de la sobresaturación una herramienta de exclusión especialmente eficaz en los mercados de bienes culturales.

Aguas arriba: comportamiento de los sellos discográficos

La industria global de grabaciones está dominada por las tres Majors, que en conjunto controlan la vasta mayoría de la cuota de mercado mundial. Su dominio se basa no solo en el tamaño de sus catálogos, sino también en su capital reputacional y en su capacidad para desarrollar y promover artistas superstar. En una economía impulsada por la atención, las superstars disfrutan de una atención desproporcionada del consumidor; los sellos pueden explotar este fenómeno sobresaturando el mercado con grabaciones de esos artistas, inundando listas y feeds de recomendación con múltiples versiones del mismo contenido. Publican sencillos con frecuencia, ediciones de lujo de álbumes y diversas versiones de una misma canción. Las regrabaciones de éxitos antiguos se vuelven cada vez más comunes, diseñadas para generar nuevas reproducciones sin una inversión significativa en creatividad. Estas prácticas inflan artificialmente la oferta de contenido asociado a artistas superstar.

El análisis empírico demuestra que los lanzamientos de las grandes discográficas dominan las listas de streaming (Aguiar & Waldfogel 2021). El mero volumen de publicaciones incrementa la probabilidad de que su contenido aparezca en recomendaciones algorítmicas. Los sellos independientes, en cambio, no pueden igualar este ritmo de producción, quedando en una posición competitiva desventajosa. Carecen tanto de la escala como del prestigio reputacional necesario para competir en los términos antes descritos. Sin catálogos comparables ni artistas superstar, no pueden desplegar estrategias de sobreoferta de la misma magnitud. Por tanto, la sobreoferta como estrategia competitiva parece relevante principalmente para los sellos dominantes, que pueden aprovechar su poder de mercado y los efectos reputacionales para excluir a los rivales.

Capa intermedia: editoriales musicales

El mercado editorial musical también se encuentra altamente concentrado, con las divisiones editoriales de las tres grandes discográficas (Sony Music Publishing, Universal Music Publishing Group y Warner Chappell) controlando una parte sustancial del catálogo mundial de composiciones. Su dominancia descansa en el tamaño de sus repertorios; adicionalmente, dicha integración vertical les otorga control sobre tanto grabaciones como composiciones. Este doble poder amplifica las estrategias de sobreoferta, permitiendo a las Majors dominar no solo las listas de reproducción, sino también los mercados de sincronización (cine, televisión, publicidad).

Las grandes editoriales pueden saturar estratégicamente los mercados de licencias, posicionando agresivamente sus extensos catálogos de una sola vez. Gracias a su dominio y reputación, los licenciatarios (anunciantes, productores audiovisuales, plataformas) suelen preferir trabajar con ellas, ya que sus catálogos garantizan acceso a canciones reconocibles y con prestigio. Los compositores superstar, cuya reputación vuelve sus obras especialmente atractivas, refuerzan este desequilibrio. Las editoriales independientes, con catálogos más pequeños y menos autores de alto perfil, no pueden competir en términos de escala.

En este contexto, la sobreoferta puede tornarse abusiva cuando las editoriales dominantes utilizan la saturación de catálogos y el apalancamiento reputacional para excluir composiciones independientes de las oportunidades de licenciamiento, reforzando así la concentración del mercado editorial.

Distribución: dinámica de las plataformas

Las plataformas de streaming como Spotify, Apple Music y Amazon Music son los principales distribuidores del mercado musical digital, actuando como socios comerciales inevitables tanto para sellos como para editoriales. Su poder de mercado deriva no solo de su escala, sino también de su control sobre los sistemas de recomendación algorítmica y las listas curadas. Estas plataformas desempeñan un papel clave en amplificar la sobreoferta. Listas como “Today’s Top Hits” o “New Music Friday” de Spotify son fundamentales para el descubrimiento musical (Chambers 2023). Ingresar en una de ellas puede multiplicar las reproducciones de un artista de la noche a la mañana. Dado que las grandes discográficas proporcionan un volumen mucho mayor de contenido, tienen más probabilidades de ocupar múltiples espacios en esas listas. Además, relaciones contractuales o acuerdos promocionales pueden sesgar aún más la inclusión a favor de los sellos establecidos.

Las plataformas en sí mismas pueden no generar sobreoferta directamente, pero amplifican los efectos de la sobreoferta de sellos dominantes y editoriales, por ejemplo, al reforzar los incentivos del modelo de pago prorrateado descrito anteriormente. Asimismo, el sesgo algorítmico hacia el contenido más reproducido o más reciente implica otorgar un impulso adicional a las estrategias de sobreoferta de los líderes del mercado. El fenómeno superstar también es relevante: una vez que el contenido sobresaturado de artistas dominantes logra posicionarse en las listas, los bucles de retroalimentación algorítmica tienden a concentrar aún más la visibilidad.

Cuando las plataformas se integran verticalmente en la producción de contenido o celebran acuerdos exclusivos con sellos, los riesgos asociados a la sobreoferta se vuelven todavía más graves. Si las plataformas favorecen su propio contenido o el de socios dominantes, la sobresaturación puede transformarse en una práctica de exclusión coordinada en el nivel de la distribución.

Aguas abajo: efectos sobre consumidores y artistas

Para los consumidores, la sobreoferta crea una ilusión de elección mientras reduce la variedad real. Las listas de reproducción y los feeds parecen ofrecer una oferta ilimitada, pero en realidad están dominados por los mismos sellos y, con frecuencia, por los mismos artistas. Esto puede conducir a sobrecarga de elección y fatiga (choice overload) (Anglada-Tort et al. 2023), empujando a los consumidores a depender aún más de las listas curadas en lugar de explorar de forma independiente.

Para los artistas independientes, la sobreoferta agrava la dependencia económica. Sin acceso a listas ni a exposición algorítmica, su visibilidad disminuye, las reproducciones se mantienen bajas y las regalías se reducen. Se genera así un círculo vicioso: menores ingresos limitan los recursos para promoción, lo que a su vez refuerza la dominancia de las grandes discográficas.

Implicaciones de política pública

La práctica de la sobreoferta estratégica plantea cuestiones relevantes para la competencia y la regulación, cuya importancia depende de la existencia de posición dominante en la parte correspondiente de la cadena de suministro. La sobreoferta no resulta problemática cuando los artistas independientes o las pequeñas editoriales incrementan su producción, sino cuando es empleada por grandes sellos discográficos, sus divisiones editoriales o plataformas dominantes de streaming. En estos mercados concentrados, la sobreoferta puede utilizarse estratégicamente para reforzar el poder de mercado y limitar las oportunidades de los rivales. El desafío reside en probar la intención y el daño. A diferencia de los abusos basados en precios, la sobresaturación puede presentarse como un aumento de la productividad, lo que dificulta su clasificación como práctica anticompetitiva.

En el nivel de sellos y editoriales, la dominancia se sustenta en el tamaño del catálogo, la cuota de mercado y el capital reputacional de los artistas y compositores superstar. La sobreoferta por parte de estas empresas puede inundar las listas de reproducción y los mercados de licencias con contenido asociado a nombres altamente reconocibles, explotando la escala y la reputación para marginar a los competidores más pequeños. En el nivel de las plataformas, la dominancia surge del control sobre los mecanismos de descubrimiento. Las plataformas de streaming actúan como guardianes del acceso a la atención del consumidor. Si bien pueden no producir música directamente, su curaduría algorítmica y de listas puede amplificar las estrategias de sobreoferta de los proveedores dominantes, multiplicando sus efectos exclusorios.

El principal desafío para las autoridades radica en distinguir entre la producción y distribución de grandes volúmenes de contenido motivadas por la demanda del consumidor, como una estrategia empresarial legítima, y la sobreoferta como práctica exclusoria de las empresas dominantes. La sobreoferta a menudo se presenta como un signo de mayor productividad y puede confundirse con auténtica innovación creativa. Sin embargo, la diferencia es crucial: la innovación real en los mercados culturales amplía la elección y enriquece la diversidad, mientras que la sobresaturación estratégica reproduce contenido redundante diseñado principalmente para capturar visibilidad algorítmica. Por ello, un marco regulatorio adecuado debe distinguir entre producción impulsada por la innovación y tácticas de saturación destinadas a consolidar el poder de los incumbentes.

Las regulaciones digitales emergentes y la supervisión sectorial específica pueden contribuir a abordar estas preocupaciones. Las obligaciones de transparencia podrían esclarecer cómo los sistemas de recomendación y las listas algorítmicas amplifican la sobreoferta, mientras que los deberes impuestos a los gatekeepers podrían permitir prácticas de curaduría no discriminatorias, garantizando que los sellos y editoriales independientes no sean sistemáticamente desfavorecidos.

Posibles intervenciones incluyen:

  • Transparencia algorítmica: Revelar el modo de funcionamiento de los sistemas de recomendación y garantizar que no amplifiquen desproporcionadamente a los proveedores dominantes.
  • Supervisión del comportamiento de sellos y editoriales: Investigar si la sobreoferta constituye una estrategia excluyente de empresas con poder de mercado significativo, especialmente cuando se vincula al uso de artistas superstar o a la explotación de catálogos consolidados.

Las autoridades y los formuladores de políticas deben repensar cómo se aplican los principios de competencia en los mercados de la atención. La sobreoferta puede no parecer un abuso en los términos tradicionales, pero en sectores concentrados de la cadena puede convertirse en una poderosa herramienta abusiva. Distinguir entre la saturación estratégica y la innovación genuina resulta esencial para proteger la competencia, la diversidad cultural y el bienestar de los consumidores en la música y otros mercados de bienes culturales — aunque diferenciar entre ambas sea extremadamente difícil.

Por qué importa la sobresaturación estratégica

A primera vista, la sobreoferta puede parecer una abundancia inofensiva: más música, más opciones, más acceso. Pero en la práctica, puede constituir una herramienta estratégica que permite a las empresas dominantes consolidar su posición en mercados altamente concentrados. Al explotar la estructura de las plataformas de streaming, las grandes discográficas y editoriales pueden desplazar a sus competidores, reducir la diversidad cultural y distorsionar la elección del consumidor.

Conclusión: la sobreoferta estratégica podría representar otro desafío antimonopolio poco explorado de la era digital. Reconocerla y abordarla —a lo largo de toda la cadena, desde los sellos y las editoriales hasta las plataformas— resulta esencial para preservar la competencia, la equidad y la diversidad cultural en la música y más allá.

* Esta traducción fue realizada por Fernanda Ruiz del equipo de CeCo.