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En un nuevo encuentro de los “Desayunos Virtuales”, instancias abiertas organizadas por ForoCompetencia, Daniel Sokol precisó en su presentación «Platforms and the new learning» los desafíos que plantea la economía digital, haciendo hincapié en la situación particular de Latinoamérica.
Sokol es actualmente profesor titular de la U. of Southern California (USC), Estados Unidos, y asesor en la firma internacional White&Case. Su nombre está dentro de los diez profesores de derecho de competencia más citados en los últimos cinco años (USC Gould School of Law, 2021).
Para el experto, las plataformas digitales efectivamente han transformado el mundo y la libre competencia. Las nuevas tecnologías están cambiando toda la cadena de producción y la interacción con el consumidor final en diversas industrias. Cambios que han provocado una reacción política en todos los países del mundo: una presión a las autoridades para que “hagan algo” (ver nuestra nota CeCo “Economía digital: ¿Qué están haciendo las autoridades de competencia del mundo?”).
Sin embargo, Sokol asevera que son fenómenos que, en gran medida, ya hemos presenciado antes. Tan así, que lo que en esta década se denomina “ecosistema de plataformas”, en los años noventa se designaba como “intermediarios” y en los ochenta como “networks”.
Por lo tanto, antes de lanzarse a regular, el abogado planteó la necesidad de una comprensión integral de las tecnologías. Es indispensable que los académicos y autoridades profundicen en sus conocimientos legales, económicos e ingenieriles para que su posterior regulación sea adecuada. De lo contrario, sus normas podrían perjudicar la innovación y la creación de valor.
Y en este punto, el académico denunció un déficit en Latinoamérica. Si bien las investigaciones empíricas sobre las plataformas han ido en aumento, las universidades del sector aún no se han sumado a esta tendencia.
“No hay gente que se centre en la empírica de las plataformas digitales, lo que significa que no hay una buena base preexistente que refleje la realidad latinoamericana.”
Sokol enfatizó la idea de que las plataformas son un fenómeno que ya se ha visto antes, una especie de “remake”. Por ejemplo, uno de los principales temas de la discusión actual es la posibilidad de autopreferencia (también llamadas prácticas de self-preferencing), en boga a propósito del caso Google Shopping en Europa. Según el profesor, este fenómeno no es nada nuevo. Es simplemente darle una ventaja a una empresa en particular, como también se ha dado con las prácticas de ventas atadas o los tratos exclusivos.
Por ello, revisó una a una las repetidas críticas que se hacen a los ecosistemas tecnológicos, analizando si son realmente riesgos de competencia inéditos o si son meras expresiones del “clamor populista”.
Una gran preocupación actual respecto de las nuevas tecnologías son los efectos de red. Como las plataformas adquieren mayor valor en la medida en que aumenta su número de usuarios, el riesgo está en la conformación de “Tipped Markets”, es decir, mercados que convergen naturalmente a su concentración y cierre hasta el punto en que un único actor adquiere gran parte o la totalidad de la demanda.
¿Es igualmente importante el efecto de red en todas las plataformas? “Yo diría que simplemente a veces importa y a veces no”, afirma Sokol. Por ejemplo, en la industria de los videojuegos hay múltiples proveedores que se enfocan en plataformas y mercados más pequeños, aprovechando nuevas oportunidades.
Los efectos de red son sumamente diferentes dependiendo del enfoque de la plataforma. Uber brinda un servicio local, mientras que Airbnb es global. Por ello, la industria de los viajes compartidos es mucho más propensa a la competencia local que la del alojamiento. Y según el expositor, en general, al hablar de este fenómeno, no se incluye este análisis caso a caso.
Otra preocupación mundial son las herramientas de Big Data. La gran cantidad de datos a la que tienen acceso los gigantes tecnológicos les otorga una ventaja comparativa que puede comportarse como una verdadera barrera de entrada.
El académico reconoció la existencia de conjuntos de datos únicos, a los que solo ciertas empresas tienen acceso. Sin embargo, señaló que, en su mayor parte, los datos son suficientes y accesibles, y que incluso los análisis empíricos muestran un punto de inflexión en que el rendimiento pasa a ser decreciente con respecto a su uso.
Por ello, “tener datos no es suficiente, hay que tener una estrategia empresarial con esos datos, porque si no fuera así, si los datos fueran realmente una barrera de entrada, no tendríamos, por ejemplo, nuevas aplicaciones de citas”.
En la industria de las aplicaciones de citas, en que Tinder fue el pionero, se han desarrollado múltiples servicios en base a los mismos datos, pero mirados desde otra perspectiva. Por ejemplo, Grindr decidió enfocarse en las relaciones homosexuales masculinas, llegando a un mercado diferente. Así mismo, Bumble desarrolló un nuevo modelo de negocios con una aplicación que empodera a las mujeres.
Cada una de estas aplicaciones siguió una estrategia diferenciada, y no lograron el éxito por tener más datos, sino por lo que hicieron con ellos.
Según el experto, las autoridades de competencia alrededor del mundo, y particularmente en Latinoamérica, se están centrando en los temas “sexys”, dejando de lado verdaderos problemas de competencia presentes en industrias tradicionales que pasan por el proceso de transformación digital. Por ejemplo, los intentos de la banca tradicional de limitar la entrada de las Fintech.
Además, señaló tres enseñanzas que ha dejado la experiencia y la academia a las autoridades de competencia al momento de regular y fiscalizar:
Ejemplifica con la comparación entre el proyecto de Digital Markets Act (DMA) de la Comisión Europea y la creación de la Digital Markets Unit (DMU) del Reino Unido. La primera, una regulación sumamente amplia, aplica un estándar estricto a múltiples empresas que no necesariamente comparten la misma naturaleza y realidad. Por ejemplo, el principal banco de Escandinavia quedaría sujeto a la DMA cual si fuese una plataforma digital, sólo por su presencia en múltiples países (Para saber más de la DMA, ver la nota CeCo sobre el proyecto europeo de ley de mercados digitales).
La propuesta de regulación de la DMU, en cambio, es más sofisticada: crea una unidad especializada en los mercados digitales con facultades sancionatorias y de monitoreo. Además, según el autor, modifica presunciones para facilitar la fiscalización de conductas anticompetitivas (Para saber más de la propuesta de regulación del Reino Unido, ver la nota CeCo sobre el nuevo régimen para mercados digitales).
El expositor cerró su punto señalando que, si bien hay aspectos de las plataformas que requieren regulación, nunca hay que olvidar que son una gran fuente de valor: “son cada vez más un área de inclusión y no de exclusión”. Gracias a las plataformas, son muchas las pequeñas empresas que han logrado crecer, pasando de ser regionales a globales.
En base a las preguntas de la audiencia, Sokol se hizo cargo de dos principales desafíos que enfrentan las autoridades de competencia frente a la nueva realidad digital.
En primer lugar, el problema del tiempo que toma cualquier investigación de estos casos y la dinámica de estos mercados. Una vez que la autoridad ha entendido el problema y encuentra su solución, el mercado ya cambió. Muchos autores han intentado brindar soluciones a esta dificultad que presenta la institucionalidad (ver por ejemplo, la propuesta de Andrés Fuchs y Nader Mufdi, 2021, publicada en este sitio).
Sokol cree que no se trata de un desafío nuevo ni exclusivo de las plataformas digitales. Es un problema que siempre ha tenido el sistema. Señala como solución una transformación digital del proceso mismo, que optimice el litigio y el análisis de documentos sin afectar las garantías procesales.
En segundo lugar, el problema del ámbito de aplicación. La mayoría de las plataformas digitales participan en mercados interregionales o globales, por lo que sus conductas tienen efectos transfronterizos.
Si bien ha habido intentos en el sector andino de colaboración conjunta entre las distintas naciones, el expositor cree que ésta solo es posible en la medida en que se tengan los mismos objetivos y una base técnica similar. Sin embargo, afirma que la falta de un sistema uniforme es frustrante, pero también liberadora, si se tiene en cuenta que la realidad digital es distinta en cada país.
“Por un lado, estoy de acuerdo en que deberíamos tener más uniformidad, y para ello todos tenemos que tener el mismo objetivo, pero también tenemos que reconocer que a veces los mercados locales son diferentes”, matizó el experto.