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Como nuestras vidas, la forma de hacer negocios y los mercados están evolucionando. La revolución del internet –junto con el desarrollo de la inteligencia artificial y los blockchains– han acelerado dramáticamente este proceso en los mercados digitales. Un claro ejemplo es el caso de Meta y el universo virtual que Zuckerberg está impulsando. Un universo que, siendo sincero, no comprendo en su totalidad, pero que es radicalmente distinto a la antigua red social Facebook. El no entender el alcance y lo que está pasando en el Metaverse, me imposibilita predecir, entre otras cosas, los efectos en los mercados involucrados y los riesgos anticompetitivos a los cuales nos estaríamos enfrentando. No creo estar solo: los modelos económicos y las leyes de competencia no son universalmente aplicables y no han evolucionado con la misma velocidad que las empresas tecnológicas.
Llevándolo al ámbito de los casos de antitrust –de operaciones de concentración o conductas con potenciales efectos anticompetitivos–, los conceptos de competencia potencial y competidor naciente se han desarrollado justamente para predecir qué pasará en los mercados. La competencia potencial es el conjunto de elementos que, probablemente, restringirán y disciplinarán el actuar de una empresa con poder de mercado en el futuro. Dicho concepto no sólo incluye potenciales empresas competidoras, sino que también posibles cambios regulatorios y la evolución del producto/servicio ofrecido en el tiempo. Competidor naciente se refiere a una firma ya incumbente que podría afectar, de manera significativa, la competencia el día de mañana. En ambos casos, estamos interesados en entender una competencia que, hoy en día, no existe y en donde el rol de la innovación es primordial para predecir de mejor forma no sólo el probable futuro escenario en la presencia de la materia antitrust bajo escrutinio, sino que también el escenario contrafactual más probable. Por supuesto, el contrafactual también debiese incluir un análisis de la evolución del producto, la definición del mercado, y el timing asociado. Finalmente, nótese que el análisis de competencia potencial debe incluir algo que el de competidor naciente no necesita: la predicción de la probabilidad efectiva de la entrada (i.e., el análisis dinámico de las barreras a la entrada y la cuantificación de costos que en el futuro serán hundidos).
Ambos conceptos han recientemente adquirido mayor relevancia en la academia y están presentes en las teorías del daño de algunos casos que involucran el actuar presuntamente anticompetitivo de las big-tech. De hecho, las autoridades de competencia han estado preocupadas respecto al incremento en el número de adquisiciones de start-ups por parte de incumbentes con poder de mercado (el ejemplo clásico son las killer acquistions). El argumento detrás es que dichas adquisiciones podrían remover restricciones y presiones competitivas que el potencial competidor rival pudiese haber impuesto en el futuro. Dado que dicho análisis requiere evaluar una futura y probable competencia, dicha evaluación es inherentemente incierta y debiese considerar una serie de distintos potenciales escenarios o hipótesis. Se requiere de una definición dinámica del mercado relevante, un detallado análisis de las barreras a la entrada, determinar la existencia y duración de patentes de protección, y el entendimiento de los incentivos económicos detrás de la operación o conducta. El análisis entonces debiese responder preguntas como las siguientes.
No basta, por lo tanto, estimar la probabilidad de una competencia vigorosa entre las partes en el futuro, sino que también se debe considerar la proximidad temporal respecto a la ocurrencia de dicho escenario: un caso en donde la competencia vigorosa entre las partes es inminente y ocurrirá casi con seguridad en un futuro cercano, es diametralmente diferente a un escenario en el cual la probabilidad de competencia futura es baja o en donde dicha competencia no se va a materializar prontamente.
«Cuando el nivel de incertidumbre es demasiado alto, usar la teoría de pérdida de competencia efectiva pareciera ser impracticable. En contraposición, la pérdida de innovación se ajusta a un escenario donde la competencia entre las partes ocurrirá en un futuro lejano, o en mercados en donde la dinámica y evolución son relevantes, i.e., mercados donde la innovación es parte importante del proceso competitivo».
Otro elemento importante a tener en consideración es la teoría de daño que se utilizará. Las agencias de competencia en Estados Unidos han empleado, mayoritariamente, dos enfoques distintos: la pérdida de competencia futura y la pérdida de innovación. Ambas teorías de daño utilizan marcos analíticos distintos y pueden arrojar conclusiones opuestas respecto al efecto esperado. Nuevamente, no existe una teoría universal y, dependiendo del mercado y la conducta bajo escrutinio, una teoría puede ajustarse mejor o no a las particularidades del caso. La pérdida de competencia futura es preferible cuando la probabilidad de competencia efectiva entre las partes en el futuro es alta, y en mercados donde la evolución de los mismos es relativamente previsible. Cuando el nivel de incertidumbre es demasiado alto, usar la teoría de pérdida de competencia efectiva pareciera ser impracticable. En contraposición, la pérdida de innovación se ajusta a un escenario donde la competencia entre las partes ocurrirá en un futuro lejano, o en mercados en donde la dinámica y evolución son relevantes, i.e., mercados donde la innovación es parte importante del proceso competitivo. Esta teoría necesita de menos supuestos (que, por naturaleza, son inciertos) sobre la futura competencia.
Otro obstáculo que se debe enfrentar es la identificación de potenciales competidores, proceso que debe tener en consideración la inherente incertidumbre respecto a la actividad y performance económico de las firmas en el tiempo. Sumado a esto, cabe destacar que la identificación de potenciales futuros competidores se torna más compleja en los mercados digitales pues: (a.) start-ups constantemente producen tecnologías y servicios alternativos/nuevos; (b.) el proceso de innovación es libre y no regulado (diferente al caso del mercado de medicamentos en donde la innovación es regulada a través de patentes); y (c.) predecir la futura demanda es difícil. En general, creo, éstas condiciones generan un marco más flexible para identificar competidores en comparación a mercados tradicionales. Sin embargo, tener una mayor flexibilidad no es siempre lo mejor cuando se intenta predecir el futuro incierto. Un elemento final a tener presente cuando se analizan los mercados digitales: la futura competencia puede provenir, no solamente de nuevas start-ups, sino que también de incumbentes que hoy día tienen poder de mercado (¿Meta se convertirá en un competidor de Amazon en el futuro?).
Por último, dos elementos relevantes que creo se debiesen considerar al momento de analizar mercados digitales. Primero, una pregunta relevante a responder es: ¿por qué no existió competencia relevante previa proveniente de start-ups en mercados en donde la nueva tecnología o servicio ha recientemente entrado y se ha expandido de forma exitosa? Segundo, las autoridades de competencia tienen la facultad de llevar a cabo encuestas a usuarios. Dicha herramienta permite aprender de primera fuente, no solo respecto a las preferencias de los consumidores, sino que también condiciones intrínsecas del mercado que a veces no son observables a partir de variables cuantitativas. Un mejor conocimiento de estas y otras variables permitiría tener una mejor aproximación respecto a la probabilidad de entrada de un nuevo competidor, especialmente en mercados complejos como lo son los digitales.