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Como todas las áreas del derecho, el derecho de la competencia también ha tenido ciertas apariciones, directas o indirectas, en distintos aspectos de la cultura popular chilena. Si bien su popularidad ha aumentado paulatinamente desde comienzos del siglo XXI (tras las últimas reformas y los emblemáticos casos de colusión), también pueden encontrarse referencias anteriores a los temas que tradicionalmente la libre competencia se hace cargo (esto es, monopolios, precios y conductas anticompetitivas).
“Como todas las áreas del derecho, el derecho de la competencia también ha tenido ciertas apariciones, directas o indirectas, en distintos aspectos de la cultura popular chilena. Si bien su popularidad ha aumentado paulatinamente desde comienzos del siglo XXI (…), también pueden encontrarse referencias anteriores a los temas que tradicionalmente la libre competencia se hace cargo”
Tomando la posta, y siguiendo la influencia de los excelentes trabajos de Spencer Waller sobre el derecho de la competencia en la cultura popular estadounidense (disponibles acá y acá), a continuación se muestran algunas referencias, más cercanas o más lejanas, a nuestra área en la cultura popular local:
Son conocidas las relaciones asimétricas entre empleadores y trabajadores durante el Siglo XIX chileno, tanto en relación con peones e inquilinos en el mundo rural como en la situación de los obreros del salitre y del carbón. Estas situaciones pueden ser analizadas desde la perspectiva del poder de mercado de empleadores respecto de trabajadores, tanto desde la compra (en relación con la disminución sostenida de sueldos) como desde la venta. En este último caso, también es conocida la existencia de charoles y fichas: vales al portador y monedas emitidos y acuñados, respectivamente, por las compañías carboníferas (Plath, 1998, 35-36), las cuales sólo tenían valor en las pulperías locales. A esto se sumaba la prohibición de comprar abarrotes y productos en otros locales. Si bien esta forma de pago sería prohibida por el primer Código del Trabajo de 1924, esta práctica se mantuvo durante más tiempo en la minería del carbón (Calvo, 2009, p. 29).
Este monopolio de las pulperías de cada compañía carbonífera fue recogido en el clásico “Sub-Terra” de Baldomero Lillo. En su segunda edición de 1917, el cuento “El Registro” relata la historia de una anciana que, luego de comprar mate fuera de la compañía carbonífera, pasa de la felicidad del objetivo cometido al terror ante un grupo de celadores que descubre su incumplimiento a la normativa. Sin embargo, la abuela es perdonada por el patrón:
“Si no fuera usted una pobre vieja ahora mismo la hacía desocupar el cuarto, arrojándola a la calle. Y esto, en conciencia, sería lo justo, pues usted sabe lo sabe muy bien abuela, que comprar algo fuera del despacho es un robo que se hace a la Compañía. Por ahora y por ser la primera vez se la perdono, pero para otra ocasión cumpliré estrictamente con mi deber, quédese con Dios y pídale que le perdone este pecado tan deshonroso para sus canas”.
Baldomero Lillo, “Sub-Terra”, Santiago de Chile: Imprenta Universitaria (1917). Fuente: Memoria Chilena.
Aun cuando la primera ley de competencia chilena data de 1959, también existieron preocupaciones previas a nivel político y social sobre la presencia de monopolios en la economía chilena. Uno de esos casos ocurrió en la agonizante industria del salitre tras la Crisis de 1929. Durante la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo se creó la Compañía de Salitre de Chile (“Cosach”), consistente en un estanco compuesto en partes iguales por el Estado y por particulares. Sin embargo, la misma crisis no permitió que la Cosach fuera autosuficiente (Luis Simón, 1947, p. 190).
Esta situación fue recogida en una caricatura de la revista Topaze, creada por Jorge Délano en 1929, donde puede apreciarse a lo que podrían ser industriales extranjeros llorando frente a un pink-floydiano muro de la Cosach, probablemente mostrando que estos estarían fuera de los futuros proyectos que tendría el Estado respecto al salitre:
Anónimo, “Industria del Salitre en Crisis” (1933). Fuente: Memoria Chilena.
La inflación crónica que arrastraba el país y las subsecuentes alzas de precios no fueron ajenas a la poesía ni al propio Nicanor Parra. En sus intervenciones denominadas “Quebrantahuesos”, realizadas junto a Alejandro Jodorowsky y Enrique Lihn en 1952, aparece el famoso titular “alza del pan provoca otra alza del pan”:
Nicanor Parra, “Quebrantahuesos” (1952). Fuente: Memoria Chilena.
Al poco tiempo después, y ante el problema de la inflación que alcanzó niveles nunca vistos en Chile, el segundo gobierno de Ibáñez contrató a la Misión Klein-Saks. Esta, tras un análisis del estado de la economía local, recomendó la sustitución de las políticas de control de precios existentes durante todo el siglo XX por un régimen de libertad paulatina, controlada por una ley antimonopolios (Abarca, 2021, p. 95).
Estas medidas fueron resistidas por prácticamente todos los sectores sociales de la época, generando un ambiente de descontento que finalizó violentamente con la llamada “Batalla de Santiago” de 1957 (Milos, 2007, p. 48-49). Producto de esto, el nuevo régimen de libertad de precios (y, probablemente, la propuesta de una ley antimonopolios) fue abandonado (Ffrench-Davis, 1973, p. 40).
La misma revista Topaze muestra este descontento en una caricatura de Pepo del mismo año, donde puede apreciarse literalmente el peso de los planes de la Misión sobre los trabajadores:
Pepo, “Misión Klein-Saks”, Topaze (1957). Fuente: Memoria Chilena.
El problema inflacionario siguió activo durante los siguientes gobiernos y en las siguientes obras de Nicanor Parra. En “Inflación” se puede leer:
Alza del pan origina nueva alza del pan
Alza de los arriendos
Provoca instantáneamente la duplicación de los cánones
Alza de las prendas de vestir
Origina alza de las prendas de vestir.
Inexorablemente
Giramos en un círculo vicioso.
Dentro de la jaula hay alimento.
Poco, pero hay.
Fuera de ella sólo se ven enormes extensiones de libertad.
Nicanor Parra, Inflación, Obra Gruesa, Santiago de Chile: Editorial Universitaria (1969).
La preocupación por los monopolios llegó a un punto de inflexión en 1970, con la llegada de la Unidad Popular al poder. El programa básico incluía la nacionalización de las riquezas básicas “en poder de capitales extranjeros y de los monopolios internos”, incluyendo la gran minería, la banca, el comercio exterior, “las grandes empresas y monopolios y distribución” y “los monopolios industriales estratégicos” (Unidad Popular, 1970, p. 19-20).
Una de las muestras culturales más significativas sobre el proyecto de la Unidad Popular fue la cantata “Canto al Programa”, compuesta por los célebres autores Luis Advis (autor de las cantatas “Santa María de Iquique” y “Canto para una Semilla”) y Sergio Ortega (autor de “El Pueblo Unido Jamás Será Vencido” y “Venceremos”). Esta obra, grabada por unos jóvenes Inti-Illimani en 1970, incluye la “Canción de la Propiedad Social y Privada” (disponible para escuchar acá), donde se explica, en forma directa y sin metáforas, el problema del poder de compra de industrias frente a pequeños productores:
Hay algunos propietarios
los pequeños y medianos,
agrícolas e industriales
que también son explotados.
Son víctimas directas
de monopolios
que por todo les pagan
menos que el costo.
Vicente Larrea, ilustración de “Canto al Programa” de Luis Advis y Sergio Ortega, DICAP (1970). Fuente: Discogs.
Ya entrado el Siglo XXI, con las reformas al Decreto Ley Nº 211 y los casos Farmacias y Pollos, la cultura popular también empezó a mostrar el descontento frente a estas conductas y un incipiente pero paulatino en la libre competencia.
A este respecto, pueden apuntarse las caricaturas de Mico (Luis Henríquez Rojas). Su caricatura “Libre competencia” de 2000, muestra un pirata disgustado con la oferta de productos baratos encontrados en un tesoro:
Mico, “Libre competencia” (2000). Fuente: Cultura Digital UDP.
En otro trabajo del mismo nombre del año 2004, en un muy buen ejemplo pedagógico sobre sustitutos imperfectos, un conductor de carretón se muestra alegre porque va a poder ofrecer sus servicios de flete ante un paro de camioneros:
Mico, “Libre competencia” (2004). Fuente: Cultura Digital UDP.
La literatura tampoco fue ajena a este boom. Diamela Eltit, en “Mano de obra”, relata la vida de un trabajador de un supermercado donde se enfrenta a distintas “vicisitudes” propias del negocio. En un episodio, el narrador describe irónicamente, en el contexto de una campaña promocional en que el supermercado abre por 24 horas ininterrumpidas antes de año nuevo, un caso de “competencia tóxica” (en la terminología de Maurice Stucke y Ariel Ezrachi) en el marco de una aparente competencia perfecta:
“La multitud parece enceguecida (por su dependencia oral a los productos). Y a mí me tiembla de manera obscena una de mis piernas. Me tiembla el codo, la mano. El ojo.
Me golpean, me empujan, me solicitan desde los cuatro puntos cardinales (los altoparlantes parecen no poner límite a la oferta). Ah es verdaderamente impresionante la elasticidad monetaria con que intercambian su precio los productos.
(Los pobladores se agolpan mientras esgrimen un gesto despectivo).
Me aúlla la mujer desde su carro, que no quiere esa carne, que no quiere, me grita, que no (quiere) y yo asiento y recibo impertérrito la próxima andanada del hombre que me insulta porque se ha cumplido el plazo estricto (cinco minutos rigurosos) de la última oferta y él no ha podido, no pudo arribar hasta el estante y más gritos aún, qué esto, que el otro, que cualquier cosa a mí que estoy desmadejado, dispuesto a lo que venga”.
Diamela Eltit, Mano de Obra, Santiago de Chile: Editorial Planeta Chilena (2005). Fuente: Memoria Chilena. Agradecimientos a Marisol López por la referencia.
En 2016, y en plena tramitación del requerimiento de la FNE contra CMPC y PISA, el dibujante Marcelo Plaza (Plazalzamora) ilustraba irónicamente los beneficios obtenidos por el acuerdo:
Plazalzamora, “Las utilidades se fueron al cielo” (2016). Fuente: Flickr.
Por su parte, en “Perro Muerto”, novela publicada el mismo año por el célebre actor y escritor Boris Quercia, el detective Santiago Quiñones participa en un allanamiento:
“Nos toca incautar las computadoras portátiles y los discos duros de una de las tres empresas avícolas más grandes del país. Parece ser que dos se pusieron de acuerdo, sacaron al tercero del negocio y ahora suben artificialmente los precios. La gente estaba pagando por medio pollo lo que cuesta un pollo entero. Pero alguien ya les había pasado el dato. Cuando llegamos, los de informática de la empresa terminaban de cambiar los discos a los computadores. El gerente tenía un notebook nuevo en su escritorio, recién sacado de la caja”.
Boris Quercia, “Perro Muerto”, Santiago de Chile: Reservoir Books (2016).
Finalmente, en 2019, algunas semanas antes del estallido social, Malaimagen publicó su novela gráfica “Colusión” (un adelanto puede verse acá). Ante la llegada de un virus letal para toda la población chilena, un conglomerado farmacéutico denominado “Coludius S.A.” obtiene el monopolio legal para distribuir una potencial cura de alto costo.
Malaimagen, “Colusión”, Santiago de Chile: Reservoir Books (2019).
Esta primera introducción pretende iniciar un proceso de búsqueda de referencias, históricas o actuales, a la libre competencia en la cultura popular chilena. La invitación está abierta para que cualquiera pueda sugerir cualquier otro material o antecedente que amplíe esta breve lista.