CeCo | Ferguson y el nuevo conservadurismo de la FTC
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El nuevo conservadurismo antitrust de la FTC, según Andrew Ferguson

20.05.2025
5 minutos
Claves
  • En la conferencia anual de la ICN (2025), Andrew Ferguson reivindicó el enforcement como una herramienta conservadora, alineada con los valores fundacionales del Partido Republicano.
  • Ferguson acusó a las Big Tech de no solo tener poder económico sino también político, y denunció su rol en la censura de discursos críticos durante la elección de 2020.
  • Cuestionó la regulación ex ante y afirmó que esta puede sofocar la innovación, favorecer a los incumbentes y replicar formas de captura regulatoria. Así, criticó con dureza la Digital Markets Act (DMA), acusándola de ser desproporcionada, extraterritorial y sesgada contra empresas estadounidenses.
Keys
  • At the 2025 Annual Conference of the International Competition Network (ICN), Andrew Ferguson reaffirmed antitrust enforcement as a conservative tool aligned with the foundational values of the Republican Party.

  • Ferguson accused Big Tech companies of wielding not only economic but also political power, alleging their role in censoring critical speech during the 2020 election.

  • He questioned ex ante regulation, asserting that it can stifle innovation, favor incumbents, and replicate forms of regulatory capture. Accordingly, he strongly criticized the Digital Markets Act (DMA), labeling it as disproportionate, extraterritorial, and biased against U.S. companies.

“My party, as well as this administration, is rediscovering the wisdom of taking competition enforcement seriously”. Con esa frase, el nuevo Presidente de la Federal Trade Commission (FTC), Andrew Ferguson, marcó el tono de su discurso en la Conferencia Anual de la International Competition Network (ICN), celebrada este año en Edimburgo. Desde el inicio, Ferguson dejó claro que el enfoque antitrust de la administración Trump no será meramente técnico, ni neutral, sino una propuesta doctrinaria anclada en la tradición conservadora estadounidense.

Ferguson, de 38 años de edad, a lo largo de su corta y exitosa carrera, ha colaborado con diversos personeros del partido republicano. Así, entre 2016 y 2017, trabajó como asistente del Juez de la Corte Suprema, Clarence Thomas (conservador). Además, trabajó para Kindsey Graham, Chuck Grassley y Mitch McConnel, todos importantes políticos del partido Republicano. Luego, en 2024, fue nombrado como comisionado de la FTC, y en enero de 2025 pasó de ser uno de los cinco comisionados de la FTC, a presidir dicha institución, tras ser designado como Chairman por Donald Trump.

En su discurso en Escocia, Ferguson no dudó en trazar una línea directa entre la historia del antitrust republicano y el presente político. Citó a John Sherman, autor de la primera ley antimonopolio estadounidense, la Sherman Act, para reforzar su argumento: “If we will not endure a king as a political power, we should not endure a king over the production, transportation, and sale of any necessities of life”.

Luego, el actual Presidente de la FTC defendió que la derecha puede -y debe- tomarse en serio el enforcement, no como una concesión al progresismo, sino como una manifestación de los principios fundacionales del Partido Republicano: límites al poder, libertad individual y libre competencia (sobre la lucha de trincheras sobre el “alma” de la libre competencia, ver Investigación CeCo “¿Requiem para los neobrandesianos? Sobre la lucha de trincheras de la libre competencia”). Desde esta lectura, el enforcement no contradice la doctrina conservadora, sino que la refuerza. Esto va en la línea de lo que ha sido expresado por la nueva Assistant Attorney General del Departamento de Justicia (DOJ) en el área de antitrust, Gail Slater y el Comisionado de la FTC, Andrew Meador (sobre la visión de ambos, ver nota CeCo “El nuevo antitrust conservador: la visión de Gail Slater (DOJ) y Mark Meador (FTC)”).

El poder privado también puede ser una amenaza

Una de las ideas centrales del discurso de Ferguson fue que los monopolios y cárteles no solo perjudican al consumidor en términos económicos, sino que pueden ser tan nocivos como el exceso de intervención estatal.

En esta línea, resaltó cómo el poder de mercado puede transformarse en poder político, y cómo las grandes corporaciones pueden actuar como actores con capacidad de moldear el discurso público y limitar el pluralismo. Este tipo de argumento sitúa el enforcement en un plano más amplio que el económico, apelando a la necesidad de proteger las bases de la democracia liberal frente a cualquier forma de concentración de poder, incluso cuando proviene del sector privado.

En este marco conceptual, Ferguson no evitó la controversia. En su repaso de los riesgos del poder privado, se refirió directamente al rol de las grandes plataformas tecnológicas durante la campaña y la elección presidencial de 2020. Afirmó que empresas como Google, Meta o Twitter “censuraron discurso político sobre temas críticos”, incluyendo los orígenes del COVID-19, la efectividad de las vacunas y el propio proceso electoral.

Como ya lo habían anticipado Slater y Meador en sus intervenciones previas, esta línea argumental convierte al enforcement en una forma de defensa cultural e institucional ante las élites tecnológicas. No se trata solo de proteger mercados, sino de impedir que ciertas plataformas se conviertan en árbitros del debate público.

Menos regulación, más bisturí

Una de las secciones más enfáticas – y extensas – del discurso fue la crítica a la regulación ex ante. Retomando la metáfora que ya había acuñado Gail Slater, Ferguson afirmó que “regulation is a sledgehammer”, mientras que el enforcement ex post es un “scalpel”: más preciso, más eficaz, menos costoso.

Ferguson advirtió sobre varios riesgos de sobrerregular:

  • La captura regulatoria, donde grandes empresas influyen en los reguladores para crear reglas que dificultan la entrada de nuevos competidores (en línea con el clásico argumento de G. Stigler).
  • El ahogo a la innovación, particularmente para las startups que no pueden asumir el costo del cumplimiento normativo.
  • La pérdida de dinamismo, cuando las reglas matan ideas “en la cuna” antes de que puedan llegar al mercado.

Este argumento se vio reforzado por referencias al informe de Mario Draghi sobre la competitividad europea, que, según Ferguson, demuestra que el exceso de regulación puede provocar estancamiento, baja productividad y desempleo estructural.

Ferguson eligió un escenario inusual para esa crítica: un foro diseñado para fortalecer la cooperación internacional. Desde allí, acusó a los burócratas europeos de asfixiar la innovación y obstaculizar a las empresas estadounidenses, en un tono que sorprendió incluso a algunos de los reguladores europeos presentes. Es más, la exposición se prestó para un intercambio algo tenso, en que, según el Financial Times, Ferguson le dijo a Andres Mundt, veterano de la Bundeskartellamt, que los reguladores europeos “no deben asumir que todo va a ser malo”, y que deberían, más bien, esperar tener evidencia antes de actuar proactivamente.

La DMA como símbolo de un modelo fallido

Ferguson reservó su crítica más directa para la Digital Markets Act (DMA), la regulación europea que impone obligaciones específicas, y desde una lógica ex ante, a las grandes plataformas tecnológicas calificadas como “gatekeepers” (ver nota CeCo “El mapa de CeCo para entender la “Digital Markets Act”). El Presidente de la FTC calificó la norma como desproporcionada, rígida y profundamente perjudicial para la innovación global. Así, lapidariamente afirmó que “The DMA lacks any of the finesse that a typical competition law assessment would entail.” (en la misma línea, ver nota CeCo “ForoCompetencia: La visión de Geoffrey Manne sobre la regulación digital y la (nueva) economía política”).

La crítica no fue solo jurídica, sino también geoestratégica: cinco de los siete gatekeepers designados por la DMA son empresas estadounidenses, lo que para Ferguson representa una señal clara de sesgo (para una perspectiva geopolítica del enforcement de la DMA, ver columna de Alba Ribera “Geopolítica y mercados digitales: ¿Cuál debe ser la respuesta europea a los aranceles de la Administración Trump?”). Según su visión, el efecto de Bruselas estaría extendiendo normas europeas más allá de sus fronteras, sin respetar la lógica del enforcement basada en evidencia de daño (sobre esto, ver la columna CeCo de Alba Ribera “Los efectos extraterritoriales del Reglamento de Mercados Digitales en Latinoamérica”).

Llamó la atención, además, que Ferguson no hiciera mención alguna a la legislación digital recientemente adoptada en el Reino Unido, que también faculta a su autoridad nacional para imponer obligaciones estructurales (sobre dicha regulación, ver Nota CeCo “Reino Unido: Guía CMA sobre la Digital Markets, Competition and Consumers Act”). La omisión fue interpretada por algunos observadores como una crítica selectiva, centrada exclusivamente en la Unión Europea.

¿Y la inteligencia artificial?

En la parte final del discurso, Ferguson abordó la inteligencia artificial (IA) como un punto de inflexión en la competencia global. Aunque reconoció los riesgos de concentración en este mercado, fue tajante en rechazar respuestas prematuras: “If we confront AI with the regulatory sledgehammer, we will break it.

Su propuesta fue clara: observar, intervenir si hay abuso, pero evitar asumir lo peor desde el inicio. Para Ferguson, regular anticipadamente podría consolidar aún más el poder de los incumbentes en el mercado tecnológico, sofocar la innovación emergente y trasladar el desarrollo tecnológico a jurisdicciones menos alineadas con valores democráticos.

 

Mira el discurso aquí:

 

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Fernanda Ruiz I.