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Las barreras de entrada son obstáculos o impedimentos que dificultan el ingreso de nuevas empresas en un mercado concreto, incluso cuando las empresas ya establecidas obtienen beneficios excesivos. Las barreras a la entrada pueden ser factores tecnológicos, la fidelidad de los consumidores a los productos existentes, normativas gubernamentales, patentes, costos de puesta en marcha, entre otros.
Al proteger a las empresas incumbentes, las barreras de entrada restringen la competencia en un mercado y pueden contribuir a la distorsión de los precios. Estas barreras a menudo causan o ayudan a la existencia de monopolios y oligopolios, o confieren a las empresas un mayor poder de mercado.
Desde la década de 1950 se han propuesto varias definiciones de barreras a la entrada y no ha habido un consenso claro sobre en qué consisten las barreras a la entrada.
El economista Joe S. Bain define las barreras de entrada como «una ventaja de los vendedores establecidos en una industria sobre los potenciales vendedores entrantes, que se refleja en la medida en que los vendedores establecidos pueden elevar persistentemente sus precios por encima de los niveles competitivos sin atraer a nuevos entrantes a la industria» (Bain, 1956).
Esta definición es amplia e incluye a las economías de escala y las inversiones de capital dentro de las barreras a la entrada puesto que están positivamente correlacionadas con beneficios elevados. La definición de Bain recibió críticas por tratarse de una definición tautológica ya que incorpora las consecuencias de la definición en la propia definición. Además, puede existir un mercado con precios competitivos debido a la presencia de muchas empresas, pero sin posibilidad de entrada, por ejemplo, debido a una norma gubernamental. Este mercado no tendría barreras de entrada según la definición de Bain.
Por otro lado, George J. Stigler, definió barrera de entrada como «un costo de producción que debe soportar una empresa que pretende entrar en una industria pero que no es soportado por las empresas que ya están en ella» (Stigler, 1968).
La definición de Stigler evita la tautología al identificar una barrera de entrada en términos de sus características fundamentales, haciendo hincapié en los costos diferenciales entre los incumbentes y los entrantes. Sin embargo, el tiempo presente «es» generó debate sobre si su definición incluye los costos en los que no incurren actualmente las empresas establecidas o los costos en los que nunca han incurrido estas empresas.
La definición de Stigler es más estrecha que la de Bain. Algunos costos son barreras según Bain y no según Stigler; pero todas las barreras de Stigler se ajustan a la definición de Bain.
“Se han propuesto otras definiciones, pero ninguna de ellas ha surgido como clara favorita. Dado que el debate sigue sin resolverse, pero las distintas definiciones siguen utilizándose como herramientas de análisis, la posibilidad de confusión -y, por tanto, de una política de competencia errónea- ha persistido durante muchos años”. (OECD, 2007)
Ante este disenso, algunos expertos argumentan que la definición exacta de las barreras de entrada es irrelevante para la política de competencia y lo que realmente importa en los casos de competencia es si es probable que se produzca la entrada, cuándo y en qué medida.
Independientemente, es innegable que el concepto de barreras de entrada es fundamental en asuntos de competencia puesto que es vital para el análisis del poder de mercado. Las barreras de entrada pueden retrasar, disminuir o impedir por completo el mecanismo habitual que disciplina a las empresas que poseen poder de mercado: la amenaza de la llegada de nuevos competidores.
Las barreras a la entrada se pueden clasificar en tres grandes grupos: las barreras naturales o estructurales, las barreras artificiales o estratégicas y barreras legales.
Las barreras estructurales a la entrada surgen de las características básicas del sector, como la tecnología, los costos y la demanda. Estas barreras naturales a veces generan monopolios naturales. Algunos ejemplos son:
Las barreras estratégicas surgen del comportamiento de las empresas establecidas, que pueden aumentar las barreras estructurales, levantar nuevas barreras o amenazar a los nuevos competidores a través de diferentes formas. Estos obstáculos artificiales disminuyen la probabilidad de entrada al mercado, ya que el potencial entrante percibe que el beneficio de instalarse en el mercado es negativo. Algunos ejemplos son:
Las barreras regulatorias son normas dictadas por la autoridad que impiden o dificultan la entrada de nuevas empresas al mercado. Incluyen las leyes y los reglamentos, así como la política industrial del Estado. Ambas provienen de la autoridad de un país, pero se diferencian en cuanto su duración. Si son leyes, suelen tener una larga duración, mientras que si son políticas administrativas o económicas pueden ajustarse con relativa rapidez en función del entorno general.
Estas barreras pueden tener diferentes efectos para los distintos tipos de entrantes. Por ejemplo, puede suceder que una empresa extranjera enfrente mayores barreras de entrada al intentar establecerse en un sector industrial nacional, en comparación con las empresas nacionales que deseen entrar en el mismo sector.
Son muchas las fuentes de barreras legales a la entrada, entre ellas:
“Las barreras de entrada son relevantes en el análisis de prácticamente todos los tipos de casos de competencia que no sean delitos per se, como la participación en un cártel duro” (OECD, 2007).
Por ejemplo, en el caso de una fusión, si los organismos determinan que se vuelven necesarias ciertas medidas de mitigación u oponerse a la transacción, tendrán que demostrar que las barreras de entrada hacen improbable la entrada rápida y significativa de nuevas empresas. Del mismo modo, para un caso de monopolización u abuso de posición dominante, es necesario establecer la presencia de barreras de entrada sustanciales, más allá de una alta cuota de mercado.
Sin embargo, el análisis no se agota en la existencia (o ausencia) de barreras a la entrada. Que la entrada de un actor sea probable en un mercado no necesariamente solucionará los problemas de competencia. Por ejemplo, puede existir un acuerdo colusivo y libre entrada a la vez. También puede ocurrir que la entrada esperada no logre revertir los efectos dañinos de la conducta o transacción impugnada.
Además, la ausencia de barreras a la entrada no garantiza la entrada al mercado, ni tampoco el número de firmas es un indicador confiable de la existencia o no de estas barreras.
Por esta razón -aunque depende de los criterios de cada jurisdicción- se suele decir que el estudio de las condiciones de entrada a un mercado debe centrarse en determinar si el ingreso de uno o más competidores será probable, oportuna y suficiente como para contrarrestar posibles problemas de competencia.
Los costos de iniciar o expandir una empresa dependen fuertemente del grado de irreversibilidad y magnitud de las inversiones que se deben realizar para operar en la industria. Si las inversiones son reversibles y/o se pueden destinar a otros usos, disminuye el costo de oportunidad de las inversiones ya realizadas, ya que se pueden asociar los factores de producción a usos alternativos.
Esto disminuye el riesgo e incentiva la entrada de nuevos competidores, por lo que las barreras a la salida están estrechamente relacionadas con las barreras a la entrada de una industria. A mayores barreras a salida, mayores barreras a la entrada.
El concepto de “mercado contestable” fue introducido por los economistas William Baumol, John Panzar y Robert Willig en 1982. Estos mercados se caracterizan por presentar un comportamiento óptimo, al igual que los mercados perfectamente competitivos, pero en una gama más amplia de estructuras industriales -incluyendo incluso el monopolio y el oligopolio- debido a la amenaza de competencia potencial.
Un mercado es perfectamente contestable si satisface tres condiciones:
Un mercado que cumple con estas condiciones no presenta barreras a la entrada. En un mercado contestable, la empresa incumbente en situación de monopolio u oligopolio no cobrará por encima de su costo marginal. Si la empresa establecida cobrara un precio superior, una nueva empresa podría entrar al mercado, cobrar un precio levemente inferior, quitándole las ganancias al incumbente y salir del mercado antes que la empresa establecida pueda ajustar los precios (estrategia “hit and run”). Ante esta amenaza, la empresa monopolista u oligopolista no tiene más opción que tomar medidas cercanas a la competencia perfecta, lo que provoca que su poder monopolista de mercado se vea notablemente mermado o “disciplinado”.
Los mercados perfectamente contestables no se encuentran fácilmente en el mundo real, como tampoco los mercados perfectamente competitivos.
Según Baumol (1982), “la contestabilidad perfecta no sirve principalmente como descripción de la realidad, sino como punto de referencia de la realidad para una organización industrial deseable mucho más flexible y con un mayor ámbito de aplicación que el que teníamos antes”.
Entre las críticas a esta teoría se suele decir que parten de dos asunciones erradas (Motta, 2004). La primera, asumir que el monopolista no podrá reaccionar por su propia cuenta a potenciales desafiantes, modificando su propio precio. La segunda premisa equivocada es la de pensar un mundo en donde no existen costos hundidos para el nuevo entrante, ya que siempre se requerirán nuevas inversiones para incursionar en una nueva actividad.
A pesar de estas aprehensiones, la teoría del mercado contestable ha influido en las opiniones y métodos de los reguladores. Los obstáculos a la entrada y a la salida, y no la concentración o el tamaño de las empresas, pueden ser la principal fuente de interferencia con el correcto funcionamiento de un mercado.
Por otra parte, la apertura de un mercado a los posibles participantes puede ser un método efectivo para fomentar la eficiencia y disuadir los comportamientos anticompetitivos. Por ejemplo, los reguladores pueden obligar a los operadores tradicionales a abrir sus infraestructuras a los posibles entrantes o a compartir tecnología, un enfoque común en las industrias de las telecomunicaciones, donde es probable que los operadores tradicionales tengan un poder de mercado significativo en términos de control de una red.