Newsletter
Suscríbete a nuestro Newsletter y entérate de las últimas novedades.
https://centrocompetencia.com/wp-content/themes/Ceco
Revisamos el Desayuno Virtual del pasado 12 de junio, organizado por ForoCompetencia, que contó con Ioannis Lianos, destacado profesor de la University College London (UCL). Lianos abogó por repensar los fundamentos del derecho de la competencia, dado el actual contexto de profundas transformaciones globales. En su exposición, propuso una reorientación conceptual y metodológica frente a fenómenos como la financiarización de los mercados, el uso de la sostenibilidad y la resiliencia como nuevos parámetros de competencia, y el auge de los mercados digitales.
Como introducción a su exposición, Lianos planteó que el derecho de la competencia se encuentra en un momento de tránsito e incertidumbre frente a la crisis de sus marcos tradicionales.
Según Lianos, el enfoque clásico —centrado en el bienestar del consumidor, la eficiencia estática y los precios como principal parámetro— ya no es capaz de abordar los desafíos contemporáneos. Así, fenómenos como la pandemia del Covid-19, la guerra en Ucrania, la crisis inflacionaria, el cambio climático, la digitalización y el auge de plataformas globales, han puesto en evidencia la necesidad de una mirada más amplia e interconectada.
Bajo esta premisa, Lianos propuso adoptar un nuevo enfoque, denominado “de complejidad” (complexity perspective), que permita analizar fenómenos económicos en su dimensión sistémica, interdependiente y dinámica. Además, este enfoque cuestiona la idea de agentes perfectamente racionales e independientes con una visión donde los actores económicos están inmersos en redes, con múltiples interacciones no lineales, adaptativas y sometidas a retroalimentaciones constantes.
Bajo esta mirada, los modelos representativos clásicos resultan insuficientes. En su lugar, Lianos propone herramientas como el modelo basado en agentes, que permite simular la conducta de individuos heterogéneos con múltiples racionalidades, lo que abre nuevas posibilidades para entender fenómenos como la formación de precios, la concentración de poder de mercado o los efectos dinámicos de ciertas conductas.
Uno de los aspectos más destacados de la exposición de Lianos fue su explicación sobre cómo la financiarización de la economía ha transformado la lógica competitiva, tema que abordó previamente en sus trabajos Financialization of the food value chain, common ownership and competition law y Global Food Value Chains and Competition Law.
Lianos explicó que hoy, especialmente en las plataformas digitales, el valor de las empresas ya no se basa en su eficiencia productiva inmediata, sino en expectativas de ganancias futuras derivadas de su control sobre infraestructuras críticas (sistemas operativos, motores de búsqueda, nubes, tiendas de apps, etc.).
Este cambio implica que muchos mercados —incluidos los de materias primas— se ven influenciados no solo por oferta y demanda físicas (es decir, “economía real”), sino también por complejas dinámicas de futuros, especulación e índices de precios, que afectan la formación de precios reales de productos esenciales (como combustibles o alimentos).
De acuerdo con el expositor, lo anterior plantea nuevas interrogantes para el derecho de la competencia, que históricamente ha analizado la eficiencia bajo supuestos estáticos y marginales, sin incorporar adecuadamente el rol de las expectativas financieras o la intermediación de plataformas globales.
El segundo tema abordado por Lianos fue la necesidad de integrar consideraciones de sostenibilidad ambiental, social y de resiliencia sistémica en el análisis de la competencia.
En Europa, instrumentos como la agenda del Pacto Verde, los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la revisión de guías sobre fusiones e innovación de la Comisión Europea han empezado a ampliar el marco analítico más allá del bienestar del consumidor inmediato.
En particular, Lianos se refirió a las guías de fusiones de la Comisión Europea, en las que el concepto clásico de consumidor —como un agente representativo, homogéneo y racional— ha quedado obsoleto, especialmente cuando se evalúan impactos que trascienden el mercado relevante, el tiempo presente o el uso directo del producto. A juicio del expositor, en el análisis se deben considerar los distintos tipos de beneficios para el consumidor futuro, como los de carácter colectivo intergeneracional y los derivados del “no uso” del producto (como la protección del medio ambiente, lo que implica redefinir qué se entiende por eficiencia y daño competitivo).
Lianos también propuso incorporar la resiliencia como un nuevo objetivo en el análisis del derecho de la competencia, entendida como la capacidad de los sistemas económicos para resistir y adaptarse a crisis como pandemias, guerras o disrupciones en las cadenas de suministro. A su juicio, el enfoque tradicional centrado únicamente en la eficiencia y los precios bajos ha demostrado ser insuficiente, ya que muchas estructuras altamente eficientes colapsan ante eventos inesperados, como ocurrió con los supermercados organizados bajo el modelo “justo a tiempo” durante la pandemia de COVID-19.
Lianos comentó cómo algunos organismos —como la autoridad del Reino Unido o la Comisión Europea— han empezado a aceptar estas dimensiones en ciertas industrias, como la alimentaria o la energética, aunque sin consenso uniforme sobre cómo medirlas o ponderarlas.
El tercer eje de complejidad consistiría en el cambio radical en las formas de producción y trabajo, especialmente en el mercado laboral y mercados digitales. En efecto, a través de plataformas como Uber, YouTube o Facebook, millones de personas participan en la creación de valor sin tener vínculos laborales tradicionales ni recibir retribución directa, aunque su esfuerzo o contenido sea esencial para el negocio.
Según Lianos, esto desafía las nociones clásicas de empresa, consumidor y trabajador, pues muchos usuarios son simultáneamente productores, co-creadores y consumidores, lo que genera nuevas formas de dependencia económica sin protección legal clara.
Nuevos contextos en los mercados laborales, como la falsa independencia laboral (trabajadores autónomos que trabajan bajo las mismas condiciones que trabajadores dependientes), negociaciones colectivas entre trabajadores de plataformas, o la monetización de datos y contenidos, muestran cómo el derecho de la competencia necesita adaptarse a realidades híbridas, donde los roles tradicionales de consumidor, empresa, trabajador y empleador se disuelven.
Lianos propuso repensar profundamente los marcos analíticos tradicionales del derecho de la competencia, integrando herramientas más complejas y realistas para enfrentar los desafíos actuales. Entre ellas, destacó el uso del modelado basado en agentes, una metodología que permite representar sistemas económicos como redes dinámicas de múltiples agentes heterogéneos, cada uno con reglas de comportamiento distintas (vease: Competition Law for a Complex Economy). A diferencia de los modelos clásicos de equilibrio y precios, esta aproximación permite simular interacciones desde una lógica “de abajo hacia arriba”, capturando mejor los procesos de formación de patrones, relaciones de poder y comportamientos emergentes en contextos complejos.
Si bien este tipo de modelación enfrenta limitaciones —como la aparición de equilibrios múltiples o problemas de validez externa—, Lianos defendió su utilidad como una herramienta que no busca ofrecer respuestas cerradas, sino una comprensión más rica del sistema y sus posibles trayectorias. Además, anticipó el potencial de incorporar inteligencia artificial y digital twins (modelo digital que replica de forma exacta un proceso, sistema u objeto físico) en estas simulaciones, como apoyo a la toma de decisiones regulatorias, aunque advirtió que ello también exige un debate riguroso sobre la confiabilidad y el valor probatorio de estas nuevas fuentes de evidencia.
En la misma línea, Lianos abordó el concepto de ecosistemas digitales, proponiendo que deje de utilizarse únicamente como una descripción de la forma en que operan ciertas plataformas, y se convierta en un concepto operativo dentro del análisis de competencia. A diferencia de las estructuras tradicionales basadas en relaciones verticales o técnicas de complementariedad, los ecosistemas se definen por su arquitectura normativa, es decir, por las reglas de participación, gobernanza y distribución de valor impuestas por un orquestador central. Estas reglas crean interdependencias entre productos y servicios que hacen más atractivo para los consumidores permanecer dentro del mismo ecosistema, lo que puede generar efectos exclusorios u otorgar ventajas competitivas estructurales difíciles de replicar por competidores externos. Lianos argumentó que estas configuraciones deben ser evaluadas a la luz de teorías holísticas del daño, especialmente en contextos de fusiones o abusos de posición dominante, y cuestionó si las actuales directrices europeas están realmente captando la complejidad de estos entornos.
Ambas propuestas metodológicas se inscriben en una visión más amplia, en la que Lianos llamó a transformar el derecho de la competencia desde un enfoque monocéntrico, centrado en precios y eficiencia estática, hacia un modelo policéntrico e inclusivo, que incorpore valores y objetivos establecidos en los sistemas legales contemporáneos. En el caso europeo, recordó que los tratados obligan a integrar consideraciones medioambientales y de protección del consumidor en todas las políticas, lo que habilita —y en ciertos casos exige— una interpretación del derecho de la competencia alineada con derechos fundamentales y objetivos sociales más amplios. En ese marco, defendió una apertura metodológica que incorpore conocimientos de la sociología económica, la economía política, la ciencia de la complejidad (complexity science) con su enfoque de complejidad y los estudios de innovación, para entender mejor fenómenos como la financiarización, la personalización de la producción, la transición hacia mercados intangibles o el impacto de los índices y mercados de futuros en la formación de precios. En lugar de buscar respuestas únicas y deterministas, Lianos aboga por un enfoque más experimental y adaptativo, que reconozca la incertidumbre como una constante y promueva instrumentos como los sandboxes regulatorios, especialmente en áreas como los acuerdos de sostenibilidad, donde aún no existen parámetros estables. Esta transformación, afirmó, no implica abandonar la economía tradicional, sino complementar con nuevas herramientas analíticas que permitan al derecho de la competencia seguir siendo eficaz y legítimo en un entorno económico profundamente transformado.